El este era el rumbo del amanecer y por lo tanto del inicio y del renacer del sol y de la luz, se le relacionaba con la cara luminosa del planeta Venus en su ciclo matutino, y con la infancia; el sur era el rumbo del medio día, por lo tanto, del sol en el zenit, y tenía, como el sol, las características viriles del guerrero y del hombre en su juventud plena; el oeste tenía mucho que ver con la tierra y con lo femenino, así cómo con el ciclo vespertino y decadente del planeta Venus, así como con la madurez y la experiencia; el norte era la obscura región de los muertos, la media noche, la vejez y la luna. Cabe mencionar que los cuatro rumbos forman entre si un par de contraposiciones interesantes, una, representada por este - oeste, o lo que es lo mismo, Venus - tierra; y otra más por norte - sur, o sol - luna. Estas contraposiciones formaban dos ejes sobrepuestos entre si en la forma de una cruz, o frecuentemente en forma de una "equis". Estas dos líneas sobrepuestas son el símbolo básico de los cuatro rumbos en la iconografía antigua, y no sólo de los mesoamericanos, sino de tantas otras culturas en el mundo, y es el concepto iconográfico detrás del signo número 17 del zodiaco, Ollín, la estrella, a la cual dedicaremos pariular a tención en posts futuros.
La historia, los mitos, así como la personalidad y simbología presente en los innumerables dioses que se le asignaban a cada rumbo, permiten concluir que la relación dada entre dichas contraposiciones (ejes) es de carácter complementario, en el caso de Tierra - Venus; y antagónico cuando se trata de sol - luna. De esta forma, tenemos, sólo por mencionar un puñado de ejemplos, que Chimalma (La tierra), se empareja irremediablemente con Mixcóatl (Venus), padre de Quetzalcóatl, y furioso guerrero vencedor del monstruo de la noche (la mariposa de obsidiana), y quien, sin embargo, sufre una fuerte disminución en su furia guerrera cuando conoce a la monumental y estoica Chimalma, con quien se empareja y a quien fecunda, tal cómo el astro que desciende en el atardecer pierde su ardor al penetrar en la tierra; Cintéotl, el recién nacido Venus, nace de la decadente (por pecadora) Xochiquetzalli; la tierra es fecundada por Venus, o Venus nace de la tierra, así como el astro parece nacer de la tierra por el este. Hay casos en los que ambos, este y oeste son representados por una pareja de ancianos asimilada con la mismísima pareja creadora. De cualquier manera, este y oeste llevan una relación comolementaria, amorosa. El otro par, conformado por el norte y el sur, lleva una relación más violenta. Más que como complementos, se les miraba como enemigos naturales. Entre los dioses más famosos relacionados con estos rumbos se encuentran Quetzalcójatl, y su eterno rival, el espejo humeante, Tezcatlipoca.
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