jueves, 7 de abril de 2011

Cipactli

1.- Cipactli
(reptil, lagarto o pejelagarto)
Primer signo del Zodiaco. Saurio monstruoso que habitaba en completa soledad las aguas primordiales, una suerte de caos acuoso y eterno que parece haber sido lo único existente, previa la creación del paradisiaco jardín de Tamoanchán (Temohuaníchan), primera creación de Ometéotl, el "diós dos" (dualidad): única criatura existente. Tras decidir romper el el absoluto silencio, reposo y soledad en que existía, Ometéotl decide hacer espacio para crear el jardín del paraíso (Tamohuaníchan), donde vivirían sus creaciones posteriores: mayormente, los dioses.

Fuera de este jardín no había nada más que las aguas eternas y obscuras en las que el monstruo Cipactli nadaba. Nadie sabe de dónde surgió el mar primigenio, y su agua es la misma que hasta nuestros días corre por la tierra.

Cipactli, la criatura encarnada primordial, es un paso intermedio entre el pez y el reptil, con su infinidad de ojos y su infinidad de bocas emergiendo de cada una de las coyunturas de su cuerpo; sumergido en un caos primordial de agua, en donde todo lo que hoy conocemos coexistía revuelto e indiferenciado en los antañísimos tiempos antes de la creación del mundo.

Las aguas elementales en que el Cipactli nada, son la mezcla indiferenciada de las aguas celestes y las aguas marinas. En algún punto, Cipactli es muerto (o muerta) y mutilado (-a) por dos de los primeros cuatro dioses que el dios elemental creó; con la parte derecha de su cuerpo, el dios llamado "humo blanco del espejo", creó la bóveda celeste (las aguas del cielo se separan de las aguas marinas); el otro dios, el llamado "humo negro del espejo" usó la parte derecha de la (o el) bipartido (a) Cipactli, para crear lo que hoy conocemos como la tierra firme, flotando con sus cuatro rumbos sobre el mar elemental (es por eso que México, originalmente se llamaba "Anhuac", que significa "rodeado de agua por todos sus lados".

Luego, para crear la tierra firme, los cuatro dioses llamados Tezcatl Ipoca (El humo del espejo blanco, rojo, azul, y negro) levantarán la bóveda celeste para crear espacio seco entre ésta y el mar (as dos aguas), dónde pudiese florecer la vida como la conocemos hoy. Muchas cosmovisiones de la antigüedad, incluida la judeo-cristiana, colocan al cielo y al mar como una sola infinita masa de agua, antes de la creación del mundo. Un ejemplo es el génesis judío:

בראשית 1:7
וַיַּעַשׂ אֱלֹהִים אֶת־הָרָקִיעַ וַיַּבְדֵּל בֵּין הַמַּיִם אֲשֶׁר מִתַּחַת לָרָקִיעַ וּבֵין הַמַּיִם אֲשֶׁר מֵעַל לָרָקִיעַ וַיְהִי־כֵן׃

Génesis 1:7
E hizo Dios el firmamento, y apartó las aguas que estaban debajo del firmamento, de las aguas que estaban sobre el firmamento. Y fue así.


Similares ideas imperaban entre egipcios y sumerios con respecto a los inicios de los tiempos.

Previo a ser mutilado, el pejelagarto Cipactli vivía feliz fuera del paraíso, y los dioses, ciertamente, vivían muy contentos dentro de él; rodeados de lujos, riquezas y juegos. En el centro del paraíso había un "árbol florido" o Xochiquáhuitl, que representaba el acuerdo perfecto que los seres tenían con su creador. Al menos dentro del paraíso, pues fuera de él, nunca queda claro si el Cipactli mismo (que vive en el caos elemental) fue creado por Ometéotl, o no.

En el paraíso, nadie debía cortar las flores del árbol florido, esta parece ser la única restriccion que los dioses tenían en el hermoso jardín, lleno de abejas y colibríes. La única mujer que vivía en el paraíso estaba encargada del cuidado del árbol. Su nombre era Xochiquetzal.

Posteriormente, hubo un éxodo masivo de dioses desde el paraíso y hacia el caos, desterrados del cielo por el diós creador tras el complot perpetrado por los dioses para arrojar a un pedernal recién nacido hacia el frío caos, fuera del paraíso, pues representaba para ellos el fruto de un pecado imperdonable, cometido por Xochiquetzal, quen seducida por un atractivo extranjero que venía del este (del inicio, del caos), cortó una flor del árbol prohibido, y la indignación resultante, así como el debido castigo, no podían limitarse únicamente a la pecadora, debían también ser sufridos por la resulta de tan vergonzante transgresión, que en términos de la poética antigua y contemporánea de la lengua náhuatl, resulta ser una transgresión de tipo sexual, pues en náhuatl, el concepto de "cortar la flor", es usado figurativamente para expresar que una mujer ha perdido su virginidad. Y el resultado de dicha transgresión es el pobre Cintéotl Itztlacoliuhqui, la recién parida obsidiana retorcida, que nació envuelto en la blancura del algodón en bruto, que representa la suciedad que hereda de su padre, representando el impuro concepto mesoamericano del semen; en el cual también se encuentra envuelta su madre, Xochiquetzalli; quien después de pecar, cambia su atuendo florido de muchacha, por el rustico algodón sin hilar (blanco como el pecado, el semen, y la muerte), y también cambia su nombre por el de Tlazoltéotl (la diosa de la suciedad).

Además de estar envuelto en la suciedad de su padre, Cintéotl lleva también una sucia marca de pecado que hereda de su madre, la metzxayácatl, que significa máscara de luna, o máscara de muslo, que es una máscara hecha con el muslo de su madre, siendo el múslo femenino un símbolo de sexualidad. La palabra metztli, en náhuatl significa luna y también muslo, y Xochiquetzalli era ambas cosas, luna llena, y la sexualidad que el muslo representa, y su sucumbir ante la tentación, se vuelve una especie de pecado original que se transfiere a su hijo en la sucia forma de una máscara de penitencia, hecha de piel humana. Trás el pecado, el árbol florido se rompió, y tras parir a Cintéotl Itztlacoliuhqui, Ometéotl mismo desterró a la madre pecadora del paraíso, y fuera de él, conoció la pena, el dolor, y eventualmente la muerte.

Tras esta primera transgresión en el paraíso original, el resto de los dioses habitantes de Temohuaníchan (masculinos todos ellos), decidieron que el pedernal también debía irse, y sin permiso del diós creador, lo expulsaron del paraíso; cometiendo así, una segunda transgresión que suscitó la ira última de Ometéotl, quien terminó por expulsar a todos hacia el caos, y por auto exiliarse en las alturas más lejanas, en el treceavo nivel del cielo, llamado Omeyocan (Región de lo dual) para no volver a ser visto jamás por ser alguno; salvo una vez, cuatro eras más tarde, por el pobre y enfermo nanáhuatl, quien al convertirse en el quinto sol, fuera llevado por Ometéotl mismo hasta el trono celestial del Omeyocan, forrado de plumas de Flamingo (espátula rosada) para tatuar su rostro y darle sus bendiciones.

Al día Cipactli se le liga indiscutiblemente al indiferenciado anterior al principio de los tiempos. También al diós de la tierra en su su advocación de Tlaltecuhtli (también Tlaltéotl).

Este signo está asociado al este, por lo tanto al color ROJO.

Patrón: Tonacatecuhtli, el señor de nuestro mantenimiénto, o también, señor de nuestra carne, y es, sin duda, el diós más cercano a Ometéotl. Hombre y mujer al mismo tiempo, como lo muestra el pectoral en su pecho, que es pene y vagina a la par, Tonacatecuhtli es una versión no diferenciada de la pareja creadora. Si Ometéotl es el diós "dos", Tonanatecuhtli (O el diablo Tonacatecote, para los frailes coloniales) es sin duda el diós "uno", un auténtico diós solitario rodeado de nada. Los antiguos poetas Nahuas frecuentemente hacían referencia a él cómo Ipalnemohuani, o aquel por quien estamos vivos. Nezahualcóyotl dice de él:

" No en parte alguna puede estar
la casa del inventor de sí mismo.
Dios, el señor nuestro,
por todas partes es invocado,
por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la tierra.
Él es quien inventa las cosas,
él es quien se inventa a sí mismo: dios.
Por todas partes es invocado,
por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la tierra.

Nadie puede aquí,
nadie puede ser amigo
del dador de la vida:
sólo es invocado,
a su lado,
junto a él,
se puede vivir en la tierra.

El que lo encuentra,
tan sólo sabe bien ésto: él es invocado,
a su lado, junto a él,
se puede vivir en la tierra.

Nadie en verdad es tu amigo,
¡oh dador de la vida!
sólo como si entre las flores
buscáramos a alguien,
así te buscamos,
nosotros que vivimos en la tierra,
mientras estamos a tu lado.
Se hastiará tu corazón.
Sólo por poco tiempo
estaremos junto a ti y a tu lado.

Nos enloquece el dador de la vida,
nos embriaga aquí.
¿Nadie puede estar acaso a su lado,
tener éxito, reinar en la tierra?

Sólo tú alteras las cosas,
como lo sabe nuestro corazón:
¿nadie puede estar acaso a su lado,
tener éxito, reinar en la tierra?
"

Después de lo escrito por Nezahualcoyotl en este misterioso poema ca 80 años antes de la conquista, la verdad es que queda muy poco que decir sobre Tonacatecuhtli, salvo quizá, que había dioses cercanos a él, es decir, que oarecen ser advocaciones suyas, aunque aparentemente menores en rango. De cualquier forma, los dioses a los que se le vincula son pocos y celestiales; astros, es decir, y por lo tanto, ígneos, como Tonatiuh, cuyo nombre juega con la partícula "tona", queriendo decir, nuesto sustento (lo que nos hace vivir), por un lado; y calor, por el otro, relacionado necesariamente con la vida, y de manera última, con el sol. Otro diós cercano a Tonacatecuhtli es Xiuhtecuhtli, en su versión joven y guerrera. Una última cosa que mencionar sobre él, es que no había propiamente ningún templo digno de atención en Tenochtitlán, o en ninguna otra ciudad mayor en el mundo prehispánico dedicado a este diós, el más importante de los dioses; y es algo que en verdad llama la atención.

F!

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